Infinito mar de amor

Hoy, como Iglesia, celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nuestra espiritualidad salesiana nos impulsa a una vida profundamente eucarística, invitándonos a una entrega cotidiana, a darnos como alimento para los demás y a vivir en acción de gracias.

Podemos recordar hoy el amor que tenía nuestro padre Don Bosco por la Eucaristía. Decía a sus chicos del Oratorio, en Valdocco:

“La Eucaristía es el Cielo en la tierra; por eso, propaguen la devoción al Santísimo Sacramento y a María Auxiliadora y verán lo que son los milagros”.

Con frecuencia, cuando Don Bosco predicaba sobre la Eucaristía, lloraba y hacía llorar de emoción a los demás al describir el generoso amor de Jesús por la humanidad. Incluso en los recreos, cuando hablaba de Jesús Eucaristía en el patio, su rostro se encendía de ardor y decía a los muchachos:

«Queridos jóvenes, ¿queremos estar contentos y alegres? ¡Amemos con todo el corazón a Jesús Sacramentado!».

A sus chicos les hablaba de dos alas para remontarse hacia el Cielo: el amor a la Virgen y la devoción a la Eucaristía, añadiendo:

«¡0jalá pudiera contagiarles un gran amor a María y a Jesús Sacramentado! ¡Qué feliz sería! Voy a decir un disparate, pero no importa: para obtener esto, estaría dispuesto a arrastrar mi lengua por el suelo hasta el Superga [un monte que se encuentra cerca de Turín]. ¡Es un disparate! Pero estaría dispuesto a hacerlo: ¡mi lengua que daría destrozada, pero tendría muchos jóvenes santos!».

Don Bosco nos enseñaba a sus chicos la importancia de realizar todos los días dos actos de amor a Jesús:

 1. Recibir diariamente la Sagrada Comunión.

2. Visitar con frecuencia a Jesús Sacramentado.